20/3/2016
En nuestro repasar los últimos episodios de Jesús en esta tierra, hemos empezado con San Juan 12:1: “Seis días antes de la pascua”, cuando Jesús fue ungido en Betania. La última semana de Jesús.
Este domingo nos encontramos en Jerusalén, San Juan 13:1: , Jesús está terminando de cenar, está en el tiempo de sobremesa y recalca su amos a los discípulos remachando con un “los amo hasta el fin” , aprovecha estos instantes para darles una nueva enseñanza, que a mi juicio necesita ser interpretada más allá de la interpretación tacita del pasaje.
San Juan 13: 1- 15, nos muestra el clásico pasaje de Jesús lavando los pies de los discípulos. Una muy primaria interpretación es que Jesús enseño que los lideres deben lavar los pies de los discípulos, como señal de humildad.
Un pensar más pausado del pasaje, nos lleva a deducir que más que lavarse los pies mutuamente, el maestro desea que nosotros nos lavemos de cosas que nos hacen herirnos los unos a los otros, quiere que nos lavemos de nuestro orgullo que nos lleva a ofender a nuestros hermanos, quiere que nos lavemos de la envidia que es causa de divisiones y penas entre nosotros, quiere que nos lavemos de nuestras pasiones que desatan flamas de dolor en los corazones, quiere que nos lavemos del egoísmo que nos hace tan pobres como personas y de paso agobiamos a nuestros hermanos.
Tantos y tantos sentimientos humanos que a menudo salen a la luz hiriendo y dañando a nuestro hermanos y por más que los amemos, las heridas son mayores y a veces llevan a la muerte espiritual de algunos de nosotros. Por eso el maestro conociendo nuestra naturaleza, se humillo ante simples humanos para enseñar que esos simples seres humanos deben humillarse ante sí mismo para sacar de si tan nefastos sentimientos y así ser más como el maestro que nos dice “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para vuestras almas
Jesús vive sus últimas horas en la tierra, pronto una turba le arrastrara hacia la cruz, por eso dedica parte de este precioso último tiempo en enseñar a su discípulos la humildad y procura que perciban su deseo de ser limpios, no de los pies sino de los humanos sentimientos que se anidan en nuestros corazones y que cuando salen a la luz son capaces de dañar y aun de causar la muerte.
Que la sangre gloriosa de Jesucristo derramada en tan horrenda cruz nos lave y limpie de todo lo impío que hay en nuestro corazón y nos haga puros y limpios de toda mala actitud y mal deseo para la honra y la gloria del Padre y su santo hijo Jesús.
Un abrazo.
JGR