En el libro de Rut 1:16 leemos: “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”.
Aquí nos encontramos con el clásico pasaje en que Rut desecha la propuesta de su suegra de volver a su tierra y su parentela y decide permanecer junto a Noemí su suegra.
Para entender la intensidad y valor del pasaje narrado es necesario que prestemos atención al momento en la vida de estas dos mujeres involucradas, por lo complejo del momento que ellas vivían y por los eventos que las trajeron a este punto de su derrotero.
Noemí había salido con su esposo y sus hijos, miembros de la tribu de Efraín, desde Belén de Judá a causa de una hambruna en la tierra y se habían asentado en los campos de Moab. Aunque la frontera formal de los Moabitas y los Amorreos era el rio Arnam, relegando al sur a los Moabitas, los fértiles campos al norte del rio se llamaban “Campos de Moab”, siendo habitado por muchos Moabitas pacíficos que a pesar de las fronteras políticas permanecieron allí y, es probable que en ese lugar se establecieran Elimelec y su familia. El pasaje bíblico es muy escueto y es difícil ubicar en el espacio tiempo las diferentes vivencias. Se menciona un lapso de 10 años en que los hijos de Noemí se casan y viven con sus esposas en ese lugar. Elimelec su esposo ya había fallecido, presumiblemente antes del matrimonio de sus hijos, si la escritura relatara cronológicamente los hechos suscitados. Recuerde que no siempre se relatan cronológicamente, salvo los de tipo histórico, lo cual concuerda con el tipo de libro en que clasifica Rut.
La desgracia parece cernirse nuevamente sobre la familia, pues las dos mujeres moabitas también pierden sus esposos, quedando el núcleo familiar reducido a 3 mujeres. Aunque el relato bíblico no menciona la actividad comercial o fabril que ellos realizaban para subsistir, es probable que se tratara de crianza de animales o algo relativo a ella, pues esas tierras eran ricas en pastos y apetecidas para el pastoreo. Estas labores seguramente requerían de la fuerza y capacidad masculina, pues al verse solas Noemí, que ha recibido noticias de un mejor pasar en su tierra natal, decide partir de regreso.
Noemí se ve impotente de ofrecer a sus nueras algún tipo de solvencia económica y les ruega que se vuelvan a sus familias en Moab. Ante su insistencia una de ellas, llamada Orfa, volvió a su parentela, pero Rut da como respuesta el versículo con que iniciamos esta reflexión.
Nuevamente lo escueto del pasaje en los detalles de estos episodios, nos obliga a deducir basados en la respuesta de Rut, que Noemí le hablo de Jehová Dios. Seguramente, alguna vez hablaron del origen de los pueblos y en esas historias de los patriarcas, su estadía en Egipto y el Éxodo, la verdad del poder de Dios, su omnipotencia, su santidad, el ser un Único Dios, fue revelado al corazón de Rut. Asumimos que la palabra sabia e inspiradora de Noemí, logro mellar el idolatra corazón de Rut y doblego su naturaleza idolatra, llevándola a los pies del Dios único y verdadero.
Esa fe que nace en el corazón de Rut, se ve ahora cuestionada, es probada por las adversidades de la vida. Dejo su familia, perdió su suegro, perdió su cuñado, perdió su esposo, perdió la fuente de sustento, perdió sus posesiones materiales. Ante tan sombrío panorama, su corazón pudo volverse a sus dioses y costumbres paganas, al ver la desprotección que sufrían con su suegra, pero no solo decide permanecer junto a ella, sino que reafirma su fe en el Dios que le presento Noemí con su clásica expresión “Tu Dios será mi Dios”.
La historia continua y termina con la vuelta a Belén y como la mano de Dios recompensa a ambas mujeres, especialmente a Rut que no solo es aceptada en una nueva nación y bendecida materialmente en ella, sino que Dios la considera para ser parte de la línea genealógica del rey David, cuya línea genealógica es mesiánica. ¡Que maravillosa bendición!. Sin dudas la fe que nació en el corazón de Rut, de una llamita débil que creció y no se apagó en los momentos de tormenta y dificultad, paso a ser una antorcha que le ilumino en los momentos oscuros, finalmente fue premiada por Dios.
Que maravilloso ejemplo para nosotros, para que cuando la vida nos depare momentos complicados y difíciles, nuestra fe permanezca incólume y podamos decir hacia el cielo TU ERES MI DIOS, no importa que hallan luchas, penas, carencias, siempre nuestra fe nos lleve a los pies del Señor. La revelación de Dios y su amor hacia nosotros brille aún más en los momentos oscuros que nos toque vivir y aunque andemos, como decía el salmista, “en valle de sombra de muerte”, podamos decirle a nuestro Señor ……Tu eres mi Dios
Un abrazo y bendiciones