Sentado en mi escritorio, estoy pensando y no puedo sacar de mi mente la imagen de parte de la predicación de ayer domingo.
Débora y Barac en el monte con 10.000 hombres precariamente armados, no sé por cuantos días. Abajo rodeando el monte y estudiando manera de subir a eliminarlos estaba Sisara con sus 900 carros de guerra.
Barac no se atrevió a ir a la guerra solo sin Débora, siente que la relación de ella con Dios es muchos más estrecha y fluida, siente que puede apoyarse y confiar en ella.
Por su parte Débora reconoce el liderazgo que tiene sobre el pueblo en lo referente a la guerra Barac, es valiente y decidido, solo que le falta esa chispa de arrojo que da la fe en Dios.
De repente me figuro que Débora siente como si alguien la llamara por celular y le dice, “dile a Baruc que se ponga en pie y vaya a la batalla, pues yo peleare por él y le daré la victoria”. Débora de inmediato va a Barac y le da el mensaje de Dios y Barac sin pensarlo alista a sus tropas y contra toda lógica abandona el seguro lugar de la altura del monte para correr hacia los carros herrados de Sisara, si Dios lo mandaba, el solo debía obedecer.
¿Que habrán pensado los jefes y soldados de Barac?, ¡¡como se le ocurre bajar corriendo hacia los carros de guerra del enemigo!!, ¡¡está loco!!, pero Barac, sin pensarlo dos veces lidera la bajada de batalla desde el monte.
Entonces Dios comienza a batallar desde los cielos y se sienten como comienza a caer gotas de agua de las nubes y luego los cielos destilan agua. Se siente como un galopar de caballos de guerra que bajan del cerro, pero los israelitas no tienen caballería, es que ese sonido es el ruido de los truenos y seguramente el fulgor de los relámpagos iluminan el terreno y claramente ven como el manso arroyo de Cison, se va desbordando y sus aguas comienzan a inundar el terreno plano, se suman las aguas que bajan por las laderas del cerro arrastrando tierra y piedrecillas que forman un lodazal que comienza a ser una seria traba para la maniobrabilidad de los carros de guerra de Sisara, los cuales después de un rato de tormenta se ven entrampados y son fácil presa de los israelitas, que ven en esta tormenta la mano de Dios .
Anoche mientras yo pensaba en esta escena mi corazón parecía que iba a estallar al pensar en el amor y protección de Dios para con su pueblo y me sentí confiado, sentí que aun en medio de la enfermedad y los problemas que pueda tener, Dios está dispuesto a batallar por mí y darme la victoria.
Espero que más de un lector de estas líneas sea cono Débora llenos de una fe inquebrantable y con una cercanía envidiable con Dios. Tal vez otros sean como Barac que nos cuesta más tener una íntima comunión de la fe con Dios, pero lo fantástico de este pasaje es que nos enseña que si nos unimos, Dios hace maravillas por nosotros.
Sin dudas este es un llamado a unirnos, a no mirar en menos a los de menos fe y cercanía con Dios, a no burlarse de aquellos que se esfuerzan por vivir cerca y pegados a Dios. Unámonos en nuestro clamor y en pedir los unos por los otros y veremos victoria.
Débora sola no pudo vencer, Barac solo ni siquiera habría ido a la batalla, pero ambos juntos, hicieron que los cielos mismos batallarán a su favor.
¡¡¡Atención a las Déboras y los Barac de El Conquistador!!! Pongámonos de pie y vayamos a la batalla, Dios ya puso en marcha sus ejércitos celestiales para pelear a nuestro lado.
Un abrazo y bendiciones
